El cambio de hora de invierno genera dudas sobre el ahorro energético y el impacto en las familias

cambio de horario de invierno

Cambio de horario de invierno: ¿ahorro energético real?

  • Retrasar el reloj una hora al inicio del invierno tiene más efectos sobre la salud que sobre el ahorro en la factura de luz

    • El horario de invierno ofrece más luz matinal pero reduce el tiempo de ocio familiar al anochecer                                                                                                                                                                             Cada año, el último fin de semana de octubre los españoles retrasamos el reloj una hora: a las 3.00 serán las 2.00 y empieza el horario de invierno. Esta práctica se implantó definitivamente en España en 1974, durante la crisis del petróleo, precisamente para aprovechar mejor la luz solar y ahorrar energía. Desde entonces, casi toda la sociedad vive habituada a este cambio bianual. Sin embargo, en las últimas décadas han crecido las dudas: ¿se ahorra energía de verdad? ¿Cómo nos afecta este ajuste al dormir, al ánimo y a la vida en familia? .   

    •       Según datos oficiales del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), el cambio de hora tiene el potencial de ahorrar unos 300 millones de euros al año en consumo de iluminación en España. Es decir, unos 6 € de ahorro al año por hogar, aproximadamente (90 millones de ese ahorro corresponden a los hogares y 210 millones a la industria y servicios). Sin embargo, el propio IDAE reconoce que no existen estudios recientes que confirmen esos cálculos en las condiciones actuales. De hecho, las nuevas luces LED más eficientes y otros cambios en el consumo (más autoconsumo eléctrico, sistemas de climatización inteligentes, teletrabajo, etc.) han alterado lo que se esperaba hace 50 años. Además, algunos análisis señalan que los potenciales ahorros son marginales: por ejemplo, un informe del Parlamento Europeo de 2018 apuntó que el ajuste puede ahorrar algo de luz artificial, pero fácilmente se compensa con un ligero aumento en el uso de calefacción cuando oscurece antes.                                            En la práctica, diversos estudios ponen en duda la eficacia energética del cambio horario. Un estudio español de Endesa (2011) estimó que el ahorro global rondaría el 0,03% del consumo eléctrico anual, y en Estados Unidos el Departamento de Transportes estimó que el adelanto de primavera ahorró solo un 1% de energía en esos meses. Para Greenpeace, el cambio de hora “tenía sentido en su momento para ahorrar en iluminación, pero cada vez es menos importante”, ya que las bombillas son más eficientes y el ahorro real cae con las nuevas tecnologías. Por su parte, técnicos de WWF España señalan que el cambio de hora puede ayudar en el ahorro energético, pero no es la medida más efectiva; subrayan que lo verdaderamente decisivo hoy es sustituir viejos aparatos por otros eficientes y cambiar hábitos (apagar luces cuando no se usan, ajustar tarifas, etc.). En resumen, el consenso es que el ajuste al horario de invierno proporciona algún beneficio energético en iluminación, pero muy limitado en el contexto actual, y en todo caso no se dispone de datos concluyentes recientes para cuantificarlo.

      Impacto en la salud física y mental

      El sueño y los ritmos biológicos son los más afectados por el cambio de hora. Al atrasar el reloj una hora, el día de golpe pasa de 24 a 25 horas y el organismo debe reacomodar su reloj interno. Numerosos expertos en sueño alertan que esta alteración puede provocar trastornos temporales del sueño: insomnio las primeras noches, dificultad para conciliar o para despertarse, somnolencia diurna, irritabilidad y cambios de humor. Un ejemplo: la doctora en sueño Carla Estivill (Fundación Estivill) explica que el cerebro necesita tiempo para adaptarse a la nueva sincronización luz/oscuridad, y que los niños y personas mayores (que son más sensibles a los cambios de rutina) pueden verse especialmente perjudicados. También se habla de un “efecto jet-lag social”: aunque ganamos una hora de sueño el fin de semana, el ritmo hormonal (melatonina) y de vigilia se modifica y suele costar varios días restablecerlo. En palabras de una psicóloga experta en sueño: el cambio puede desencadenar “irritabilidad, mal humor o cansancio” que suelen durar unos días mientras el cuerpo se ajusta.                                                            cambio de horario de invierno

      Hay además estudios epidemiológicos que asocian los cambios de hora a riesgos físicos puntuales. Algunas investigaciones globales indican que, tras el ajuste (sobre todo al de primavera), se observa un ligero repunte de eventos cardiovasculares en esos días: accidentes cerebrovasculares e infartos de miocardio ocurren con más frecuencia leve justo después de cambiar la hora. Según un informe internacional coordinado por la Universidad de Granada, el estrés y la falta de sueño ligadas al cambio horario elevan temporalmente el riesgo cardiovascular. También se ha descrito un fenómeno llamado “cronoriesgo”: en las jornadas siguientes al cambio suele haber pequeñas alteraciones en la atención y la memoria debido a la desincronización circadiana. Por ejemplo, el estudio advierte que la presión arterial puede aumentar transitoriamente, especialmente en mujeres durante el cambio de primavera.

      En contraste, un gran estudio clínico reciente (Clínica Mayo, 2024) analizó más de 36 millones de registros en EEUU y concluyó que no se observó un cambio clínicamente significativo en la tasa de infartos o ictus durante la semana del cambio de hora. Es decir, a gran escala el impacto cardiovascular directo fue mínimo. Los autores enfatizan que no hay suficientes evidencias sólidas para afirmar que estos ajustes empeoren la salud cardíaca a largo plazo, aunque reconocen que hace falta investigar más en aspectos como la salud mental o los accidentes de tráfico tras el cambio.

      De hecho, estos hallazgos aparentemente contradictorios (riesgo leve vs. ningún efecto clínico claro) apuntan a lo siguiente: sí, el cambio de hora desincroniza el reloj biológico y puede generar efectos temporales en sueño y salud (lo que sí prueban los modelos de cronobiología y experiencias personales). A mayor escala poblacional, esos efectos se relativizan, pero muchos expertos coinciden en que mantener un horario estable todo el año sería más saludable. Un equipo de la Universidad de Stanford (publicado en PNAS, 2025) comparó matemáticamente tres escenarios: horario bianual actual, verano permanente o invierno permanente. Encontraron que fijar el horario (cualquiera de los dos) reduce la carga circadiana sobre el cuerpo. Concretamente, el modelo sugiere que el horario estándar permanente (el de invierno todo el año) evitaría cerca de 300.000 casos de ictus al año en EEUU y reduciría en unos 2,6 millones el número de personas con obesidad, comparado con seguir cambiando la hora. Los investigadores concluyeron que para la mayoría de la gente es mejor no alterar el horario y, de hecho, preservar el horario de invierno permanente es lo más sano desde el punto de vista cronobiológico.

      En resumen, el cambio al horario de invierno puede perturbar el descanso y producir síntomas pasajeros (cansancio, mal humor, falta de concentración) sobre todo durante los primeros días. También se ha vinculado a un leve incremento de riesgos cardiovasculares inmediatos. Por ello, gran parte de la comunidad científica en sueño y cronobiología coincide en que fijar un solo horario (y de preferencia el de invierno) sería mejor para la salud general. No obstante, otros expertos recuerdan que los estudios observacionales más amplios (por ejemplo, el de Mayo Clinic) no encuentran cambios bruscos a largo plazo, por lo que aún es materia de debate. En cualquier caso, la evidencia actual no respalda un gran beneficio para el corazón al cambiar la hora, pero sí recalca la importancia de cuidar los hábitos de sueño e intentar mantener rutinas estables tras el ajuste.                                    cambio de horario de invierno

      ¿Cómo repercute en la conciliación familiar?

      Más allá de la salud individual, el cambio de hora afecta la rutina diaria de muchas familias. Por un lado, con el horario de invierno los amaneceres son más claros: el sol sale mucho antes por la mañana y eso ayuda a todos (sobre todo a los niños) a despertarse. Expertos señalan que empezar la jornada escolar o laboral con luz natural mejora el ánimo y el rendimiento inicial. De hecho, la Fundación máshumano –que trabaja en racionalizar los horarios– explica que el horario de invierno “adelanta las horas de alimentación adquiriendo hábitos más saludables” y permite despertar de forma más natural. En un país donde casi un 23% de la población laboral admite tener dificultades para compaginar trabajo y familia, adelantar las mañanas puede verse como un beneficio para la conciliación: el 71,1% de los padres afirma actualmente que no pasa tiempo suficiente con sus hijos, según esta fundación. Según sus promotores, adoptar el huso GMT+1 (como Reino Unido) racionalizaría la jornada laboral española y ayudaría a armonizar la vida personal, familiar y profesional.

      Sin embargo, el lado negativo del horario de invierno es que anochece muy temprano. Esto significa que cuando los padres salen de trabajar y recogen a los niños del colegio, ya es de noche. Muchos hogares ven que las tareas domésticas y el cuidado de los hijos se concentran en la franja nocturna. En palabras de una experta en conciliación familiar: “al anochecer antes, si no hay flexibilidad en la empresa, las tareas se concentran en la noche, tanto las domésticas como las de cuidado de los hijos… esto supone un impacto en el bienestar general de la familia.”. En la práctica, la hora de cenar y acostar se adelanta, quedando poca luz natural para juegos al aire libre o salidas vespertinas con la familia. Esto puede hacer que la franja más tranquila con luz solar (tarde de fines de semana o merienda) se pierda.

      Por ello, la conciliación tras el cambio de hora depende mucho de la flexibilidad de cada hogar y empresa. Algunas voces abogan por horarios laborales más flexibles y por educar a la sociedad sobre esta alternancia estacional. Pero lo cierto es que no existe un consenso unánime: mientras organizaciones como “Fundación máshumano” promueven el horario de invierno permanente por sus supuestos beneficios de conciliación, otros colectivos (p. ej. asociaciones de padres o de gestión del tiempo) llevan años demandando que en España se flexibilice el inicio de la jornada laboral para que todos –incluidos los más pequeños– no vean interrumpidas sus rutinas.

      En definitiva, el ajuste al horario de invierno puede brindar mañanas más luminosas y mejorar el inicio del día, pero también adelanta el anochecer, concentrando las obligaciones hogareñas en la noche. Esto tiene un coste en el tiempo de ocio familiar por la tarde. Como resumen, podríamos decir que el efecto sobre la conciliación familiar es mixto: mejora el comienzo del día, pero acorta la tarde; por ello, la clave está en adaptar rutinas y horarios laborales (horario escolar continuo, teletrabajo, etc.) para que las familias puedan aprovechar al máximo la luz diurna disponible en cada temporada.

      Perspectivas y conclusiones

      El debate sobre el cambio de hora continúa en la Unión Europea y en España. La mayoría de los ciudadanos europeos encuestados (84%) se mostraron a favor de abolir los ajustes estacionales, pero hasta ahora no se ha llegado a un acuerdo definitivo. Mientras tanto, ahora y cada año toca adaptarse dos veces. Lo positivo es que hoy disponemos de más información: estudios científicos recientes, opiniones de expertos en sueño, y datos oficiales como los del IDAE. Toda esta evidencia sugiere que los argumentos clásicos (ahorro energético y conveniencia cultural) deben replantearse con la realidad actual.

      En resumen, el cambio al horario de invierno aporta algo de ahorro energético oficial (según las estimaciones de antaño), pero ese ahorro es marginal y no comprobado con datos nuevos. Por su parte, altera los ritmos de sueño de adultos y niños, con consecuencias físicas y cognitivas temporales que se acumulan si no se recupera el descanso adecuado. En el ámbito familiar, modifica las rutinas de luz y oscuridad, con ventajas (más luz matinal) y desventajas (menos luz vespertina) para la conciliación                                                                                                            cambio de horario de invierno

      Desde un punto de vista sensible, el mensaje final podría ser este: el cambio de horario es un fenómeno conocido pero complejo. No hay fórmulas mágicas: supone tanto costes como beneficios. Lo que sí está claro es que debemos estar informados. Conocer las cifras oficiales y los consejos de los especialistas permite prepararnos mejor: acostarse un poco antes los días siguientes, ajustar la hora de cenar o de acostar a los niños gradualmente, aprovechar la luz natural del mediodía, y promover hábitos saludables de sueño. Así, cada familia podrá suavizar los efectos negativos y sacar partido a las horas de luz extra que trae cada estación. Al final, lo importante es cuidar nuestra salud y nuestro tiempo juntos, haga sol o llueva… y sin perder de vista los datos reales detrás del cambio de hora.

      Paco Ciclón / AFPRESS

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